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Amable lector:


El libro que tienes en tus manos es producto de una iniciativa de los profesores y profesoras de la Academia de la Maestría en Educación, de la Unidad 31-A de la Universidad Pedagógica Nacional, particularmente del Maestro Gustavo Abud Pavía, cuya colaboración fue fundamental.


La idea surgió del deseo de reconocer plenamente la fecunda labor pedagógica del maestro Manuel Mercader Martínez, asesor de dicha maestría, quien por motivos de salud se vio en la necesidad de retirarse de sus labores docentes a fines de 1999.


En virtud de que el maestro Mercader utilizaba frecuentemente la carta personal como una herramienta pedagógica para comunicarse con los estudiantes, decidimos convocar a sus alumnos, exalumnos y colegas, a responderle también, a través de cartas que suelen ser un medio para pensar con mayor profundidad y expresar los afectos más entrañables.
La respuesta no se hizo esperar y al poco tiempo llegaron decenas de cartas, que testimonian la originalidad y lasbondades que ha tenido el arte docente del Maestro Manuel. Un arte, tan bien aprendido, que en él la docencia se confunde con la existencia: el maestro es el método y el método es el maestro.

El 21 de julio de 1970 supimos la noticia por la prensa. Leímos en ella los nombres de muchos amigos cristianos. Jóvenes dirigen­tes universitarios, en unión de algunos campesinos y obreros, ini­ciaban un nuevo foco guerrillero en las selvas de Teoponte, al norte de la Paz, entre el altiplano boliviano y el llano amazónico del Beni.

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"Francisco", nombre de guerra de Néstor Paz Zamora, era uno de los jefes. Su trayectoria inquieta de joven enamorado en Sucre, de novicio redentorista en la Argentina, de seminarista diocesano en Chile, de universitario de medicina en San Andrés de La Paz, de trabajador lustrapisos y electricista en Obrajes —barrio residencial de la Paz—, de profesor de religión en el Saint Andrews —cole­gio secundario particular—, de esposo tierno y apasionado, de aspirante al sacerdocio por encima y a pesar de todo, lo colocaba siempre en el punto preciso de la búsqueda sincera y el compro­miso auténtico, consciente de su amor a los hombres, evidenciándolo en el ardor de su entusiasmo y convencimiento que eran plenitud de realización y bálsamo para cualquier sacrificio perso­nal.

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Su "proclama revolucionaria" es un grito auténtico, pleno y definitivo de libertad cristiana que entronca en dos perspectivas y las une en su persona: la conciencia nacional del pueblo boliviano y la conciencia histórica de liberación cristiana en América Lati­na. Es un mensaje al continente.

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